COMPASIVA

La pedagogía ignaciana combina procesos reflexivos y una postura activa contra las desigualdades y el dolor ajeno, desde el clásico círculo presentado en el PPI (Paradigma Pedagógico Ignaciano) de Experiencia, Reflexión y Acción.

Nuestra referencia educativa de la persona compasiva es la figura de Jesús, desde su vertiente más humana y más comprensiva con nuestras debilidades, pero más consecuente con la denuncia y la injusticia.
La educación jesuita promueve experiencias y vivencias, que impulsen a los alumnos y alumnas a ponerse en el lugar del prójimo, del marginado. No es suficiente con ser consciente de la realidad de injusticia y violencia del mundo, sino que debemos educar en el compromiso por colaborar en la transformación de esas realidades.

“Compasivos, porque son capaces de abrir su corazón para ser solidarios y asumir sobre sí el sufrimiento que otros viven” (P. Nicolás, Medellín 2013)

CÓMO TRABAJAMOS EL VALOR
DE LA COMPASIÓN
SENSIBILIDAD
  • Reconocer las situaciones que provocan sufrimiento e injusticia porque vulneran la dignidad propia de las personas como Hijos de Dios.
CONMOVERSE
  • Siguiendo los modelos de Jesús y María, dejarse llevar por la llamada a colaborar en la transformación de su corazón y de la realidad.
ACCIÓN-REFLEXIÓN
  • Evolucionar desde sentimientos de caridad y compasión hacia un sentido de justicia y solidaridad, que favorezcan su contribución a cambiar las estructuras sociales injustas del mundo en el que vive.